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Dormir bien ayuda al recuerdo

Si juntáramos todo el tiempo que dormimos, nos pasaríamos en este estado más de un tercio de nuestras vidas. Pero, aunque ocupemos tanto tiempo en el sueño, todavía no sabemos muy bien por qué lo hacemos.

Nuestro sueño suele acumularse en periodo de 6 a 8 horas seguidas,  que se dividen en 4 o 5 ciclos completos de 90 minutos.

Las ultimas investigaciones apuntan a que existe una relación estrecha entre la privación del sueño y un rendimiento cognitivo deficitario. Esto apunta a que una de las muchas funciones que puede tener el sueño es repasar lo vivido durante el día, y eliminar aquella información que no nos es útil, al mismo tiempo que integrar la que sí nos sirve en los esquemas que ya teníamos previamente.

Los parámetros del sueño que más influye en esto son la cantidad, calidad e integridad del mismo.

Así que si estamos en una temporada en la que necesitemos mucho tirar del recuerdo, como puede ser en periodo de exámenes, no despreciemos un buen descanso para un mejor rendimiento al día siguiente. Lo de quedarse toda la noche estudiando e ir a examen sin dormir, debemos dejarlo en el pasado.

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Una tercera edad mentalmente sana

El desarrollo cognitivo varía durante toda la vida, y de un individuo a otro. Todo depende de la herencia genética, los factores ambientales y nuestra conducta. Y aunque no esté en nuestra mano modificar nuestros genes (por ahora), si que podemos elegir nuestros ambientes y modificar nuestras conductas, y aquí esta la clave.

Las primeras señales de que entramos en una nueva fase suelen aparecer cerca de los cincuenta, pero esto no tiene por qué ser así. La forma de envejecer es distinta en cada uno de nosotros. Los factores biológicos forman el marco en el que podemos decidir, y hay cosas que decidir. La herencia genética y los factores ambientales se conjugan, de forma que podemos mejorar nuestro estilo de vida para mejorar nuestra capacidad cognitiva.

Si ya sentimos los primeros signos, podemos frenarlos. ¿Cómo? La actividad social, la intelectual, ejercicio físico y una alimentación equilibrada y ajustada a nuestras necesidades son las llaves que tenemos en nuestra mano para favorecer el rendimiento cognitivo de una forma duradera.

Gracias a la plasticidad neuronal, las actividades que hacemos con regularidad se ven menos afectadas por el envejecimiento que las que no solemos hacer, ya que reforzamos las conexiones neuronales que hacen posible tal actividad. Es uno de los mantra de los científicos: «úsalo o lo perderás». Las personas activas y ágiles mantienen su flexibilidad intelectual más fácilmente.

Y ahora a lo práctico: ¿Cómo puedo llevar yo esto a la practica? Pues con un horario de actividades, todos los días hacer como mínimo dos actividades que os gusten, con un horario, que no se debería saltar sin causa justificada (no vale «estoy cansado/a», «hoy no me apetece»…). Y cuantas mas actividades se realicen en grupo mejor.

Un ejemplo podría ser este, dejando los fines de semana libres para actividades que surjan o que busquemos:

  • Lunes:
    • 11-12.-Clase de pintura
    • 18-19.- Club de lectura
  • Martes: 
    • 10.30-11.30.-Salir a andar (deporte)
    • 17-18.- Clases de baile
  • Miércoles:
    • 11-12.- Clase de pintura
    • tarde: cine 
  • Jueves: 
    • 10.30-11.30.-Salir a andar (deporte)
    • 17-18.-Clases de baile
  • Viernes: 
    • 12.- Aperitivo con los amigos
Esto solo es un ejemplo. Si cuidáis a niños, podéis incluir actividades que realicéis con ellos, por ejemplo ir al parque.
Espero que esto os pueda ayudar. 
Cualquier cosa que me queréis consultar o preguntar, adelante: mediante comentario o e-mail. Estoy a vuestra entera disposición. 
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Aprender cambia el cerebro

En nuestra cultura se basa en la transmisión de conocimientos y destrezas, lo que hace que adquiramos nuevas capacidades e información constantemente. EL cerebro es el responsable de que nosotros aprendamos. Y aprender modifica distintas estructuras del cerebro. 

Pero para aprender, primero tiene que existir algo que aprender, luego debemos prestarle la atención adecuada, para poder, posteriormente, procesarlo y finalmente retenerlo y realizar el aprendizaje.
Las unidades encargadas del procesamiento de la información son las neuronas, por lo tanto, del aprendizaje, transformando la comunicación entre dos neuronas. Las neuronas de nuestro cerebro no están conectadas de forma fija entre ellas, sino que crean una sinapsis, una conexión en el que no existe contacto entre ellas. 
Sus cuerpos celulares forman la materia gris, y se encuentran en capa más externa del encéfalo. Los axones se encuentran en el interior del encéfalo, debajo de la corteza, y forman la sustancia blanca. Los axones a su vez forman las fibras nerviosas. 
Los investigadores descubrieron hace ya mucho tiempo que la sustancia gris es la responsable principal del procesamiento de la información, y sufre modificaciones cuando aprendemos, bien generando nuevas neuronas o al crear sinapsis nuevas entre las ya existentes. También la sustancia blanca se modifica para optimizar el proceso de transmisión de la información en las fases del aprendizaje, ya sea a través de nuevos axones, ya por una mayor mielinización de las fibras nerviosas. 
Esta capacidad de modificación de las distintas sustancias se llama plasticidad, y en contra de lo que mucha gente cree, poseemos esta capacidad durante toda la vida, ya que nunca dejamos de aprender, ¿no?Aunque es cierto que la plasticidad es mayor en los primeros años de nuestra vida, hasta más o menos los 20-22 años, nunca dejamos de poder modificar nuestro cerebro. El cerebro no construye una estructura estática, sino que se adapta constantemente a su entorno. La plasticidad se manifiesta en las conexiones entre neuronas reaccionan con mayor sensibilidad. También creando conexiones nuevas. Todos estos mecanismos y mas, son la base del aprendizaje. 
En resumen, todos podemos aprender, tengamos la edad que tengamos, solo depende de nuestro esfuerzo y de cuanto nos «entrenemos» en ello. 
Nunca perdamos la ilusión por aprender. 
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Aprendemos de los errores de otros

Somos una de las pocas especies, por no decir la única, que aprende de los errores que cometen otros. No hace falta que fallemos nosotros para saber que es lo que tenemos que hacer o no, y esto viene de la información que recibimos, tanto de la que somos testigos como de la que nos cuentan.

Aprender de la competencia no supone que terminemos actuando como ella, sino que añadimos a nuestro repertorio la información de aquello que no debemos hacer, haciéndonos conscientes del fracaso que ello nos puede llevar a cometer. Así mantenemos nuestro camino, seguimos siendo nosotros los que dirigimos nuestras vidas, pero desestimamos las opciones  peores ya experimentadas por otros.

Por lo que no tenemos que experimentar algo en primera persona para saber que no nos conviene. Aunque a veces parezca que es la única forma de aprender, no todo es la experiencia, también es información. Esto nos puede servir para prevenir el consumo de drogas, las conductas de riesgo…etc. en nuestros adolescentes, pero sabiendo como manejarlo no consiste en dar información sesgada y de forma autoritaria, sino de dar toda la información, de una forma compresiva y mostrando las consecuencias que han sufrido otras personas, y que sí les puede tocar a ellos, haciéndoles ver que no les merece la pena.

Acordaros, las imposiciones no suelen tener buenos resultados.

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 Enlaces:

En esta pagina tenéis un apartado de «publicaciones», y en ella una sección de prevención con guías muy útiles. 
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El dolor puede aliviar la culpa

El dolor físico y el dolor emocional se solapan, pudiendo desplazar uno hacia el otro, por lo que podemos desplazar el dolor emocional (por ejemplo, la culpa) al dolor físico, como un aumento del mismo. Es más, muchas veces lo hacemos: cuando nos sentimos culpables de algo y nos damos un golpe, pensamos irracionalmente que nos lo merecemos, y esto alivia nuestro sentimiento de culpa. 



Pero esto no debería ser así. No es una buena forma de superar la culpa. 

Toda emoción tiene su función: la culpa nos dice que hemos violado algo y que tenemos que buscar la forma de repararlo.Pero a veces dicha reparación es simplemente aprender de la experiencia. En vez de castigarnos por lo que sentimos, intentemos sacar algo bueno y productivo del mismo.  


  1. Debemos admitir que lo que sentimos es culpa, y averiguar cual es el motivo de tal sentimiento. A veces en este paso, nos damos cuenta de que lo que sentimos es rabia, tristeza, decepción, pero no culpa. 
  2. Aprendamos de la experiencia y de como hemos llegado hasta el motivo de nuestra culpa. 
  3. Intentemos solucionar la causa de la culpa que nos aqueja. Puede que podamos hacer algo para solucionarlo, o puede que una disculpa sincera sea suficiente, pero siempre debemos aprender de lo pasado para tenerlo en cuenta en el futuro. 
  4. Si la culpa proviene porque no estamos cumpliendo lo que otra persona esperaba que hiciéramos, pensemos si estamos actuando según nuestro propio criterio. Si es así no debemos sentir culpa, no estamos para complacer a los demás. Podemos explicarle a esa persona nuestras razones para actuar así, y tenemos que entender que la otra persona también tiene que hacer por entendernos. 
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Información que tiene derecho a conocer cuando acude a terapia

Cuando se va a terapia, se espera recibir un servicio, y puede que pagar por el. Por lo tanto necesita estar informado para tomar una buena decisión. A continuación se muestran una serie de preguntas que quizá queramos hacer.

Terapia

  • ¿Cómo funciona su tipo de terapia?
  • ¿Que porcentaje de clientes mejora? ¿Cuanto y en qué sentido?
  • ¿Qué porcentaje de clientes empeora?
  • ¿Qué porcentaje de clientes mejora con tratamientos alternativos?
  • ¿Cuánto dura la terapia? 
  • ¿Qué debo hacer si veo que la terapia no funciona?
  • ¿Tendré que realizar alguna prueba? ¿De qué tipo?
Tratamientos alternativos
  • ¿Que otros tipos de terapias o ayudas existen?
  • ¿En qué medida funcionan?
  • ¿Cuáles son los riesgos de estas alternativas?
Sesiones
  • ¿Cuál es la frecuencia de las sesiones?
  • ¿Cuánto duran?
  • ¿Cómo puedo ponerme en contacto con usted en caso de emergencia?
  • Si usted no está disponible, ¿con quién puedo hablar?
  • ¿Qué ocurre si me pongo enfermo? 
Confidencialidad
  • ¿Quién tiene acceso a sus registros?
  • ¿Bajo qué condiciones puede usted contar a otras personas las cosas que discutimos?
  • ¿Tienen acceso a la información otros miembros de mi familia o del grupo de terapia?
Dinero
  • ¿Cuánto cuesta cada sesión?
  • ¿Cómo hay que pagar, por sesión, al mes?
  • ¿Debo pagar por las sesiones por teléfono? ¿Aunque sean cortas?
  • Si pierdo mi fuente de ingresos, ¿podré seguir con las sesiones pagando menos?
General
  • ¿Cuáles su formación y experiencia? ¿Está usted colegiado? ¿Está bajo supervisión?
  • si surge algo en la terapia que no podemos resolver ¿con quién puedo hablar?
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¿Por qué nos gustan las películas de terror?

La naturaleza del miedo es la supervivencia. Si nuestros antepasados no hubieran tenido miedo, seguramente a día de hoy seríamos una especie extinguida por los depredadores naturales como el león o el tigre… etc.

La amígdala
La amígdala interviene en distintas funciones cognitivas: emoción, aprendizaje, memoria, atención… Pero la amígdala tiene una especial importancia en el miedo: la amígdala revisa constantemente toda la información que llega al cerebro en busca de posibles amenazas para aumentar nuestra posibilidad de supervivencia.
Distintos estudios han demostrado que ante fotos de caras con expresión de miedo, o que en sí mismas provoque esta emoción, inician un aumento rápido de la actividad de la amígdala. Esto se produce porque la amígdala es la encargada de recibir las señales potenciales de peligro y, cuando esto ocurre, comienza a desencadenar una serie de reacciones que ayudan a la autoprotección.

El mal de Urbach-Wiethe
Este mal lleva consigo la destrucción de la amígdala, por lo que los sujetos afectados por esta rara enfermedad son incapaces de asociar memoria con emociones negativas y de ahí que los estímulos peligrosos y que les deberían elicitar emociones negativas como el miedo, les resulten irresistiblemente atractivos.
También son incapaces de reconocer emociones negativas en las expresiones faciales de otras personas,como, por ejemplo, la tristeza.

Si cuando nos quitan o se nos destruye la principal estructura cerebral responsable del miedo, los estímulos peligrosos se nos vuelven irresistibles, esto quiere decir que el miedo entraña dos elementos: temor y fascinación, y que es la amígdala la responsable de inclinar la balanza hacia un lado y hacia otro. Y esto es lo que podría explicar por qué al ser humano de hoy en día le encanta todo lo que tenga que ver con el miedo «controlado» como las casas del terror, las películas de miedo… etc.

Pero como siempre decimos, todo en su justa medida.

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El buen humor nos ayuda a ser creativos

Todo el mundo hemos oído el tópico de que las grandes obras de los grandes artistas se producen en momentos de angustia, de melancolía. Pero diversas investigaciones apuntan a que las personas con buen humor producen mas momentos de inspiración súbita.

La inspiración súbita son esos momentos en los que de repente te aparece una idea magnifica en la mente, que no sabes ni siquiera como se te ha ocurrido, aunque puedes suponerlo posteriormente, en los momentos anteriores a su aparición, no eres consciente de proceso lógico (o no lógico) que has llevado acabo.

Así que si estamos buscando una solución a algo y no la encontramos, apartemos el problema una hora, intentemos distraernos con algo que nos gusta (un libro, una serie de televisión, hacer manualidades…). Seguro que después de esa hora, o incluso durante la misma, se nos clarifican los posibles caminos que podemos tomar para su solución.

Espero que os sirva este consejo. Y acordaros, obsesionarnos con algo nunca es productivo.

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La ansiedad «se contagia»

La ansiedad varía enormemente de una persona a otra: una situación puede activar en alto grado a una persona cuando otra se siente completamente cómo da en ella.
Dos estudios recientes demuestran que, ante un momento de amenaza, la ansiedad se puede transmitir de uno a otro como si fuera contagiosa, alcanzando todos el mismo nivel de angustia. Esto se traduce en que distintos sujetos empiezan a comportarse de manera muy parecida.

Entonces cuando estemos muy ansiosos, preguntémonos si es porque realmente tenemos ansiedad, o si nos están contagiando los de al rededor. Si creemos que puede ser por esto, podemos separarnos un poco del grupo, respiramos profundamente, pensamos si realmente tenemos motivos para estar tan agitados, y nos tomamos unos minutos para nosotros mismos. La ansiedad bajará hasta niveles aceptables, que no nos interferirán en conseguir nuestra meta.

Un caso típico de esto es cuando estas esperando para entrar a hacer un examen. Llevas tiempo preparándote, sabes que es asequible, pero empiezan a rodearte compañeros que también se presentan al examen, que están nerviosos, y no paran de mirar los apuntes, los libros, de preguntar cosas… y te das cuenta de que tu también te estas poniendo nervioso. Es en ese momento, por ejemplo, cuando podemos hacer esta estrategia.

Espero que este consejo os sea útil. Y ya sabéis, podemos controlar la ansiedad que nos viene de fuera, solo es cuestión de práctica.